Nos enfrentamos todos los días y en muchos momentos distintos a situaciones que requieren de nosotros toma de decisiones. Algunas serán personales, profesionales o incluso espirituales.
¿Qué solemos hacer? rapidez de respuesta ante todo, es lo que se espera de nosotros o en algunos casos y justificando nuestra valía, podremos dedicarle algo más de tiempo.
Esa toma de decisiones no necesariamente tiene que darse en asuntos aparentemente “decisivos” sino en situaciones cotidianas pero que pueden tener una gran repercusión, como la forma de enfrentarme a la conversación de un compañero de trabajo, de mi hijo, de mi pareja, decidir si saludo o no a determinada persona, si contesto el email……y así hasta un millón de ejemplos más.
En el post el perfecto desconocido vimos que la respuesta suele darse en función de nuestro objetivo que es lo que más tenemos trabajado pero podemos aprovechar la oportunidad que se nos concede cada mañana de empezar edificando un nuevo yo, comprendiendo las cosas y a las personas rectamente, manejando los asuntos con la sabiduría que supone entender el propósito y las circunstancias que les rodea sin obsesionarnos de lo que creemos que nos conviene.
Si ocupas uno de los mejores puestos de trabajo y responsabilidad o eres el más admirado de tu grupo o el que más seguidores obtienes en tus redes….lo siento, no tienes por qué ser el poseedor de este don, al menos de la forma que hasta este momento entendías, pero puedes calmar “tu locura” y dejar que resuene una nueva razón superior que, no por estupidez si no por sabiduría y como si de magia se tratara, te hará insensible a lo que hasta ahora te irritaba, tu don motivará el don de otros de manera perfectamente coordinada y revestirás tu alma de un bienestar que solo querrás repetir.
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