A lo largo de nuestra vida, consciente o inconscientemente nos movemos por alcanzar las metas que nosotros o los de nuestro entorno nos han marcado y todo por conseguir aquello que creemos que nos va a hacer feliz: un buen puesto de trabajo (bien remunerado a ser posible), un estatus profesional, unos amigos para pasarlo bien, una familia que nos quiera y nos soporte …
Nuestros pasos irán dirigidos a la consecución de esos objetivos. Necesitaremos personas para ese plan que, sin preguntarles, les haremos responsables sobre todo cuando algo falle.
Incluso aquellas cosas que creemos que hacemos por los demás, si le dedicamos un minuto de reflexión podremos observar que de alguna forma también es para nuestro beneficio.
Pero ¿cuántas veces nos levantamos pensando en lo que estamos dispuestos a dar que no tenga que ver con nuestro objetivo?
Casi siempre lo dejamos de hacer, no por egoísmo, sino porque ni siquiera se nos ocurre, no es una tarea marcada en nuestra agenda del día. Estamos tan ensimismados con nuestras cosas y nuestra creencia de lo que es mejor, que lo obviamos.
Y peor aún, si lo quisiéramos hacer ¿sabríamos cómo? ¿a quién? ¿el qué?…..
La respuesta la encontraremos en nuestro interior, reconociendo nuestros auténticos dones, para qué y quienes sirven, descubriendo al perfecto desconocido que hay dentro de cada uno de nosotros y la auténtica vocación en la vida.
Comentarios recientes