Todos tenemos cerca personas que son responsabilidad directa nuestra. Puede que sean compañeros de trabajo, personal contratado, nuestra mujer, nuestro hijo …
¿Qué ocurre cuando, por cualquier circunstancia, les falla algo en su vida?
Además de, por supuesto, preocuparnos y prestarles atención (deberíamos hacerlo) se nos pasa por la cabeza preguntarnos ¿en qué me afecta a mí lo que te pasa a ti?
Y así es. Si nuestro hijo llega con malas notas en fechas previas a las vacaciones, nos fastidia tener que rehacer los planes ante semejante noticia. Todo el año esperando nuestro merecido descanso y ahora no podemos.
Si nuestra madre se ha caído y no se vale por sí misma durante un tiempo, “nos mareamos” intentando saber cómo organizar nuestra vida a partir de ahora.
Y si un compañero de trabajo ha metido la pata en algo que nos afecta, nos visualizamos echando más horas “por su culpa”.
Por supuesto, somos humanos y con muchas limitaciones, y esta reacción inicial es normal, pero debemos intentar superar nuestra angustia en el menor tiempo posible y centrarnos en lo importante, que es cómo se siente la otra persona ante lo que le ocurre y hacerle ver que, mientras se llega a resolver la situación, el camino lo hacemos juntos y lo sentimos como un acompañamiento y no una carga.
Comentarios recientes