Todos los que tenemos un mínimo sentido de la responsabilidad queremos hacer las cosas bien e incluso mejor cada día.
Para conseguirlo dedicamos muchos esfuerzos y tiempo, sin embargo, en muchas ocasiones ni recordamos los motivos por los cuales lo hacemos.
Actuamos según lo que creemos que nuestro entorno nos exige o necesita, engañados en pensar que es para nuestra felicidad pero, ¿realmente es bueno para mí? ¿dedico tiempo a preocuparme y ocuparme en preguntármelo? No digo todos los días pero sí de vez en cuando.
Y además… ¿tengo claro por quien lo hago?.
Estamos a diario expuestos a infinidad de situaciones y multitud de enemigos del alma que lo que hacen es robarnos la paz. Unas veces son los demás pero la mayoría de las veces somos nosotros mismos.
Sentimos en ocasiones un cansancio irrecuperable pero es porque estamos continuamente haciendo obras externas sin saber qué rumbo llevan ya que no hemos dedicado ningún esfuerzo ni tiempo en reforzar nuestro interior, nuestros pensamientos, sentimientos y actitudes y ¡es vital hacerlo!.
Reconocer y elegir la sana intención de obrar por lo que es bueno para los demás y para mí, ayudará a que cuando nos enfrentemos a momentos que nos resulten difíciles o fallemos, seamos capaces de recordar los motivos por los que lo hacemos y así poder levantarnos y continuar. Además, lo podremos hacer desde una conducta más serena y confiada por lo que la recuperación será algo más rápida y menos traumática que si el camino en el que nos encontramos no es el que hemos elegido o peor aún…darnos cuenta de que no estamos en ninguno.
Comentarios recientes