
Puede que este título te haga pensar que el post está relacionado con algo que tenga que ver con recetas de cocina pero no es el caso.
Sin embargo, sí por las características físicas de este utensilio lo voy a tener en cuenta para visualizar en mi vida que tamaño de agujeros tiene el colador que uso para juzgar a las personas o para juzgarme a mí.
Para empezar, decir que nos pasamos la vida juzgando. Así somos por naturaleza!
Sin conocer incluso a las personas no podemos evitar lanzar, como poco, un pensamiento sobre ellas en cuanto las vemos, de ahí el “no hay una segunda oportunidad para una primera impresión”. Por ejemplo, el individuo que sube en una parada de autobús le observo y para empezar, me pregunto por su aspecto (ya que no puedo ver mucho más) si me apetece o no que se siente a mi lado.
Y este detalle en realidad no tiene muchas más transcendencia. El problema surge cuando empezamos a los demás a casi exigirles que se comporten a nuestra medida y en nuestro beneficio si no, no tienen nuestra aprobación.
¿Nos preocupamos de dejarles que formen parte de nuestra vida con la libertad y autenticidad de lo que son realmente, con sus virtudes y sus debilidades?. Nuestra exigencia es tal que sin darnos cuenta, determinadas personas tienen misión imposible pasar por los agujeros de mi colador ya que se han convertido en agujeros muy, muy pequeños. Como se dice coloquialmente “nos les pasamos ni una”.
Cierto y humano es que no podamos querer a todo el mundo de la misma forma, ni entender su forma de ver la vida o los valores de los que son dueños pero existe y existirá, como poco, la buena educación.
Ya se encargará la vida de darles un protagonismo u otro a nuestro lado.
¿Y cuál es el tamaño de los agujeros del colador para juzgarme a mí?. Eso ¡En el siguiente post¡ 😉
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